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Una cuestión de Honor

Por Juan Salinas 

El juicio por difamación que involucra al popular y casi mítico actor Johny Depp en contra de su ex esposa, la actriz Amber Heard mantuvo al mundo en ascuas. Convertido en un espectáculo adepto al morbo y en un casi reallity en donde los televidentes y consumidores de redes sociales defendieron las distintas posturas, abriendo un debate más que necesario que tiene que ver con las sentencias sociales y los veredictos que la opinión pública ejecuta tomando en muchos casos, solo las simpatías que despierta cual personaje o no.

En un contexto en el cual se ha visibilizado la histórica asimetría de derechos, acceso a puestos de poder, sueldos y niveles de influencia en toda esfera; y por sobre todas las cosas, el machismo y el inexcusable abuso y maltratos que por generaciones el género masculino ha perpetrado hacia la mujer, la denuncia y acusaciones que la actriz de Aquaman, Amber Heard, realizó en contra de uno de los último mitos de la generación X de Hollywood como es Johnny Depp, resonaron como un estruendo en la opinión pública.

El apoyo de movimientos como #MeToo, que precipitaron la caída de uno de los zares de la industria por sus conductas abusivas y misóginas como el productor Harvey Weinstein, le dio alas a la actriz de angelicales rasgos que no podía ser de otra manera. Una mujer más que engrosa las estadísticas de violencia de género. ¿Cómo podría ser de otra manera?

Depp, un conocido bohemio, músico y, en varias ocasiones adicto a las drogas y alcohol, amante del rock & roll, a sus cincuentas saliendo con una mujer bastante menor, no tenía la más mínima chance de evitar ser ejecutado públicamente. De inmediato las marcas que trabajaban con él lo abandonaron; perdió papeles importantes como el de «Grindelwald» en “Animales Fantásticos” o el más doloroso, el Capitán Jack Sparrow de “Los Piratas del Caribe”, un popular personaje creado desde las entrañas más profundas de su creatividad y capacidad actoral.

Todo daba lo mismo. La policía moral de Twittter actuó como juez y verdugo, y lo envió al paredón de la cancelación, ese sitio del cual es muy compleja la redención. Pasaron los años y la marea cambió, a la luz de nuevos antecedentes se ha ido demostrando, los cuales apuntaron de manera clara hacia la actriz como perpetradora de conductas abusivas y violentas en contra del antes caído actor detrás del “Hombre Manos de Tijera”.

La demanda que el actor interpuso ante su ex esposa acusando difamación y graves perjuicios personales y económicos (debido a los cuales, sus abogados pidieron 50 millones de dólares en compensación), ha dado vuelta las tornas en un mundo virtual en el cual abunda el anonimato, el matonaje, la propagación de “fakes news” y descréditos varios, ventilando aspectos de la vida más personal de las personas que si bien, en la esfera pública se debe a un comportamiento probo irreprochable, muchas veces la delgada línea que lo separa del conventilleo y la mala intención, da pie para verdaderas cazas de brujas y razzias de miles que han hecho de la prédica y el pastoreo moral, una imposición de vida so pena de una cancelación brutal.

El juicio entre los actores, si bien ya concluyó en lo penal, tiene un veredicto para los miles que lo han convertido en su novela cotidiana: la actriz era una arpía que mantenía viviendo en un infierno al actor que encarnó al Sombrerero.

Esto nos debe llevar a una profunda reflexión como sociedad, por cuanto en la mayoría de las instituciones y espacios de discusión, se ha convertido en un leitmotiv para invalidar los argumentos del contrario. Debates artísticos, deportivos, políticos, sociales, económicos, entre muchos, son presa de estas conductas propias de la camorra. Se ataca al personaje para invalidar el argumento de fondo, a través de funas (todas anónimas, obviamente), y con verdades a medias, a través de vociferantes ataques a mansalva producidos por bots y propagando a través de la red todo tipo de artilugios.

Este caso si bien no es ningún faro, da luces sobre las distintas dinámicas que se producen en la sociedad actual, y todo lo que se genera a partir de un teclado y una pantalla.

En momentos en que como sociedad y país atravesamos una crisis de confianza, es bueno reflexionar sobre el peligro que nos presenta para la sociedad, acusaciones gratuitas para destruirle la vida al contrario, usando el soporte que ofrecen las redes sociales para masificar la cultura de la cancelación, el sapeo y la delación.

Ya lo dijo Johnny Depp en una declaración ante el juez, que, pasara lo que pasara, siempre llevará esta marca y para mucha gente seguirá siendo culpable, aun cuando la justicia demuestre lo contrario. Mientras tanto, miles de mujeres sufren verdaderos infiernos compartiendo sus vidas con auténticas bestias, en el mismo momento en que el bueno de Jack Sparrow, a través de una acción civil, busca limpiar su nombre.

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